Control del estrés (I)

La mayoría de nosotros sentimos estrés en algún momento de nuestra vida, bien por cansancio físico o por alteración mental. Lo importante es cómo lo controlamos y lo superamos. Cuando estamos relajados somos capaces de afrontar la mayoría de los problemas cotidianos, mientras que cuando estamos estresados cualquier obstáculo sencillo puede convertirse en una montaña.

¿Cómo nos estresamos?

Una carga excesiva de trabajo, en casa o fuera, es una causa corriente, pero otros acontecimientos como las dificultades financieras, los problemas familiares, las enfermedades graves o la ruptura de una relación, es decir, cualquier cosa que cambie drásticamente nuestros hábitos diarios, puede provocar estrés.

Grados de estrés

La mayoría de los expertos aseguran que un pequeño grado de estrés es beneficioso y necesario. Motiva y estimula nuestra vida, además de que necesitamos ser capaces de abordar las situaciones cotidianas para sentirnos más fuertes cuando afrontemos cambios mayores. Sin embargo, a veces, las tensiones son demasiado grandes o minan el espíritu al cabo del tiempo. Esto puede provocar enfermedades y, en casos extremos, un colapso físico o mental.

¿A quién afecta el estrés?

Ciertos tipos de personas son más susceptibles que otros al estrés y diferentes personas reaccionan de modos distintos ante la crisis. La persona "nerviosa" puede tener un umbral de estrés más bajo que la persona "ambiciosa", mientras que los "perfeccionistas", crean su propio estrés, a veces innecesario. No importa qué tipo de persona seas; las reacciones físicas son las mismas, no sólo en tu mente, sino en la composición química de la sangre y, aunque las activa el sistema nervioso simpático, tu mente decidirá la fuerza de la reacción física. El sistema nervioso parasimpático tiene la misión de ayudar al cuerpo a recuperarse y a contrarrestar las reacciones físicas.

Algunos síntomas mentales del estrés son: Estar descentrado, mala memoria, indecisión, desorganización, pérdida de memoria a corto plazo, juicios equivocados, cambios bruscos de humor, facilidad para el llanto, negatividad, crisis de angustia.

Y algunos síntomas físicos: Tensión, dolores de cabeza, respiración agitada, palpitaciones, boca seca, sudor, náusea, insomnio, inquietud, temblores o mareos, úlceras, dolor de espalda y cuello.


 


 

Fuente: Masaje en familia. Ed. Integral.

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