Cómo cultivar la intuición en la mesa


Dejar espacio a la intuición a la hora de escoger los alimentos o el menú diario permite aumentar el placer por la comida y averiguar cuáles son nuestras necesidades o tendencias dietéticas.

Comer cuando se sienta necesidad. Solemos comer por costumbre, siguiendo horarios establecidos. El resultado es que, al no sentir casi nunca hambre, la sensibilidad hacia lo que nos conviene no puede manifestarse. Es importante saber diferenciar el tener hambre (sensación en el estómago, pecho o garganta) del seguir la rutina.

Degustar conscientemente. En primer lugar, conviene oler los alimentos que vamos a tomar, lo que implica un acercamiento sutil entre la comida y nuestro organismo. Luego masticar y paladear sin prisas, siendo conscientes del sabor y sus matices. A menudo esto hace que necesitemos menos cantidad de comida.

Relativizar las costumbres. Tanto en casa o ante la carta de un restaurante, tenemos a veces un primer impulso de comer un solo plato (ensalada, pescado, postre) o repetirlo, pero nos frenamos para no dar la nota. Quizá ese primer deseo obedecía a una buena intuición y no hay nada malo en seguirlo en contra de la costumbre.















Respetar el deseo. Y cambiar el contenido. Si por ejemplo hay momentos del día en que se necesita comer dulce o salado, o picar entre horas, no hay por qué reprimirse. Quizá tan sólo cambiar los alimentos corrientes por otros a la vez sanos y agradables (fruta jugosa, frutos secos, yogur, galletas integrales, una infusión…)

Aceptar impulsos extravagantes. Los cambios físicos o psicológicos pueden entrañar repentinos e inhabituales deseos de ciertos alimentos. No pasa nada, luego volveremos a la normalidad.

Evitar los sentimientos de culpa relacionados con la comida. Procuremos liberarnos del concepto de culpa o recompensa respecto a lo que se come. Quizá de pequeños nos obligaban a comer o de mayores nos preocupa la línea, pero nuestra relación actual con la comida debe ser fresca y espontánea.

Valorar nuestro estado al acabar de comer. Después de tomar un determinado tipo de alimento conviene estar atentos a cómo nos sentimos; si aumenta nuestra energía (física y/o mental) o no, si mejora nuestro humor o estamos más tristes, etc. Podemos tomar nota y así valorar los alimentos que nos son más convenientes o toleramos mejor. Es posible que esas sensaciones varíen a veces, por lo que hay que fijarse en las que suelen mostrarse más a menudo.

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