La energía del frío.


Los beneficios del frío pueden intuirse mediante intuirse mediante un gesto tan simple como respirar el revitalizante aire del invierno. Descubre sus usos terapéuticos y aprovecha estos meses para disfrutarlo al natural.

Los seres humanos tenemos en general una prevención excesiva y de origen ancestral frente al frío. Quizá hace miles de años alguien podía morir congelado, y por eso ahora, cuando las temperaturas bajan, nos abrigamos más de lo necesario y ponemos las calefacciones a temperaturas que mantienen un clima casi estival en casa.

Tanta precaución puede hacernos perder de vista que el frío es sólo una sensación, que puede funcionar como estimulante del organismo. Conviene acostumbrarse ocasionalmente a temperaturas bajas sin miedo, disfrutando incluso. El frío también tiene su papel en el fortalecimiento de la salud.

En dosis razonables, el frio ambiental produce efectos positivos, ya que el organismo tiene que hacer un esfuerzo para adaptarse a él. Gracias a la contracción de los vasos sanguíneos que se produce en la piel, especialmente en brazos y piernas, la sangre, con su calor, se dirige a los órganos internos, aportando una mayor cantidad de nutrientes y oxígeno.

El frío también aumenta el metabolismo de los hidratos de carbono y de las grasas, es decir, favorece la acción de la insulina y elimina tejido adiposo (grasas).

En tercer lugar, el enfriamiento temporal ocasiona un dominio del sistema nervioso parasimpático que favorece todos los procesos de recuperación y regeneración orgánica (reducción de frecuencia cardíaca, estimulación de jugos gástricos o de los movimientos intestinales entre otros.)

Como en todo, el sentido común debe marcarnos los límites. No se trata de exponernos al frío sin más, pero hacer ejercicio al aire libre o tomar una ducha a una temperatura un poco más baja, así como llevar la ropa de abrigo justa, serán suficientes para aprovechar los beneficios que nos traen las temperaturas invernales.